¿Qué significa?

 
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Aquí podrás encontrar el significado de términos relacionados con nuestras técnicas y especialidades.

Pólipos de colon

Se denomina pólipo a cualquier lesión elevada en la mucosa. La parte interior del colon está tapizado por una capa fina llamada mucosa, que es la que está en contacto con el contenido del intestino. Es la barrera que permite la secreción de líquidos para lubricar o hidratar la luz y a su vez, la que permite la absorción de determinadas sustancias. Cualquier lesión elevada se denomina pólipo. Sería el equivalente a una verruga o un grano en la piel. Sin embargo, en el colon, la mayoría de los pólipos son debidos al crecimiento no controlado de la mucosa. Se trata en general de pequeños tumores benignos llamados adenomas. Estas lesiones, aunque benignas, pueden seguir creciendo y transformarse con el tiempo (generalmente años) en otros de mayor tamaño y mayor riesgo de presentar una degeneración maligna a un cáncer de colon. Por ello es importante identificarlos y extirparlos. No todos los pólipos –adenomas- degeneran a un cáncer pero se ha demostrado que extirparlos disminuye el riesgo de cáncer de colon en la población. De ahí la importancia del diagnóstico precoz de estas lesiones, antes de que puedan mostrar signos degenerativos. Como no dan síntomas en las fases iniciales lo más aconsejable es la realización de una colonoscopia diagnóstica hacia los 50 años. Consulte a su médico sobre esta posibilidad. Si en su familia hay antecedentes de cáncer de colon, informe a su médico.

 

Hemorroides

Se trata de un trastorno muy frecuente y quizás mal conocido. El ano es un anillo muscular que tiene unas almohadillas venosas cuya finalidad es permitir un cierre “hermético” y evitar la salida involuntaria de gases o heces. Cuando estas venas aumentan de tamaño y se dilatan, podemos hablar de hemorroides. La presencia de este trastorno es muy frecuente y en muchos casos no se acompaña de síntomas. Los problemas más frecuentes son el sangrado y la trombosis.

El primero de ellos es evidente con goteo de sangre roja con las heces y, sobre todo, tras la defecación, sin dolor. Por el contrario, la trombosis suele acompañarse de la sensación de un bulto doloroso en el ano. En todo caso, la única forma de hacer un diagnóstico correcto es mediante la exploración médica de un profesional. No confíe en que el sangrado por el ano sea causado por las hemorroides ya que otras enfermedades pueden provocar los mismos síntomas. Ante la presencia de sangre a través del ano no dude en consultar con su médico.

 

Hepatitis C

Llamamos hepatitis C a la hepatitis causada por el virus C de la hepatitis (VHC). Este virus se ha identificado desde el año 1989-90 en que se consiguió un marcador serológico específico. Previamente se hablaba de un virus “No A, No B”.
La transmisión del VHC ocurre a través de la exposición a sangre infectada. Esto ocurre en el contexto de la inyección de drogas intravenosas, transfusión sanguínea antes de 1990, trasplante de órganos de donantes infectados, prácticas médicas inseguras, exposición profesional a sangre infectada, practicas sexuales de riesgo y posiblemente por el consumo intranasal de cocaína. Posiblemente los tatuajes y extracciones dentarias con material contaminado, tambien se incluyan en la lista.
El contagio por este virus, raramente provoca un cuadro agudo detectable y generalmente evoluciona en silencio a una infección crónica en la mayoría de los pacientes, tal vez en 3 de cada 4 casos. Por eso, el diagnóstico es habitualmente tras el hallazgo casual, en unos análisis de rutina, de una elevación en las cifras de transaminasas. Actualmente sabemos que posiblemente uno de cada 3 pacientes desarrollará una cirrosis hepática a los 20 años de evolución. Y de ellos otra tercera parte desarrollarán un carcinoma hepático.
Pese a tan sombrío pronóstico, disponemos de un tratamiento eficaz para esta infección. Es eficaz en algo más de la mitad de los pacientes y se basa en el empleo de dos productos (PEG-Interferón y Ribavirina) durante un largo periodo, habitualmente de un año.

 

Dispepsia funcional

La dispepsia en la presencia de dolor o malestar en la parte superior del abdomen. Esta sensación es algo muy frecuente y casi todos la hemos sentido en alguna ocasión, sobre todo tras algún exceso dietético. Estos síntomas pueden ser producidos por un proceso orgánico (úlcera, gastritis, esofagitis, etc...). Pero en muchos casos, las pruebas de diagnóstico y especialmente la endoscopia, no consiguen identificar estas alteraciones. Es entonces cuando a esa dispepsia la definimos como de tipo funcional. Se podría definir como la presencia de síntomas similares a los de la úlcera, pero sin úlcera.

¿Qué lo produce? Esta sigue siendo la gran pregunta y la respuesta no es sencilla. Pensamos en la enorme influencia de nuestro sistema nervioso autónomo (un sistema nervioso, parecido al cerebro pero dedicado exclusivamente a regular las complejas funciones digestivas). Suele hablarse del papel que pueden jugar los factores ambientales, stress, “nervios”, ansiedad, etc, pero no siempre esto está claro. También se explica por la mayor sensibilidad del paciente a los movimientos digestivos normales ó a un mayor estímulo por sustancias hormonales propias... En todo caso, hay que tener claro que el paciente con dispepsia funcional no es un simulador, ni se inventa los síntomas ni sus síntomas le afectan menos que a otro paciente con una lesión orgánica. Al no tener un conocimiento claro de las causas ni mecanismos por los que se produce, tampoco disponemos de un tratamiento específico. Sin embargo podemos hacer mucho por el paciente: descartar enfermedades orgánicas, dar información y alivio a los síntomas, mejorando su calidad de vida y sobre todo ayudarle a mejorar su salud.

 

Enfermedad de Crohn

La otra enfermedad del grupo de las EICI, es la enfermedad de Crohn. Tiene cierta similitud con la Colitis Ulcerosa, edad de aparición, evolución en forma de brotes (episodios de enfermedad activa) imprevisibles... pero sin embargo aquí no se limita al colon si no que puede afectar a cualquier parte del tubo digestivo, desde la boca hasta el ano. Una zona frecuentemente afectada es la parte final del intestino delgado –el ileon distal-, así como el colon. La lesión no es continua si no parcheada. Pueden formarse fístulas (falsos trayectos que comunican distintos órganos -p.e. a otro segmento de intestino, a vejiga, piel, etc-...) o estenosis (estrechez en la luz del intestino). La afectación puede llegar a ser severa, con afectación del estado general del paciente, así como provocar lesiones de órganos no digestivos, como los ojos, los riñones o el sistema muscular y esquelético. El diagnóstico se hace generalmente por endoscopia, biopsias y análisis. El tratamiento generalmente es médico, mediante diferentes escalones de medicamentos que suelen incluir inmunosupresores o corticosteroides. En general se intenta evitar la cirugía ya que no es curativa y puede favorecer la aparición de nuevas fístulas o nuevas operaciones.

 

Cálculos en la vesícula

La colelitiasis, -cálculos en la vesícula-son un hallazgo frecuente y no siempre se acompañan de síntomas. De hecho, se calcula que probablemente 8 de cada 10 pacientes portadores de cálculos en su vesícula, nunca tendrán molestias relacionadas con ellas, a lo largo de sus vidas. La bilis se “fabrica” en el hígado continuamente, a lo largo de las 24 horas del día. Sin embargo sólo interesa liberarla al tubo digestivo tras las comidas, para facilitar la digestión de ciertos alimentos grasos. La vesícula es una estación intermedia que actúa de reservorio. En ella, la bilis se almacena y se concentra, permitiendo así acumularla en menor espacio. Según la “calidad” de la bilis de cada individuo y su mayor concentración, se favorece que sus componentes se depositen en el fondo (al igual que el barro en un charco, se hace más espeso al perder agua) hasta formar un “barro biliar”. Finalmente se aglutina formando cálculos (piedras) que pueden variar en numero, tamaño y consistencia.

Los cálculos no tiene por qué dar molestias, a menos que se muevan y obstruyan la salida de la vesícula, provocando una colecistitis aguda. Otra posibilidad es que salgan hacia en conducto biliar (coledocolitiasis) en donde pueden provocar una pancreatitis o una obstrucción completa a la salida de la bilis.

 

Hígado graso o esteatosis

El hígado graso o esteatosis es una situación reversible en la que el tejido del hígado se encuentra en parte ocupado por grasa que rellena sus células haciendo que su función pueda verse entorpecida, provocando una elevación de las transaminasas. Las causas de este depósito de grasa hay que buscarlas en factores alimentarios, metabólicos (aumento de los niveles de grasas en la sangre, ciertas enfermedades del sistema endocrino, abuso de alcohol), e incluso infecciosas, como es el caso de algunas hepatitis crónicas. La corrección del factor o mecanismo desencadenante puede revertir esta alteración.
Se trata de un proceso benigno y reversible (dependiendo lógicamente de la causa), pero no por ello hay que descuidarlo y cambiar algunos hábitos inadecuados para evitar un daño hepático permanente.

 

Esofagitis por reflujo

La esofagitis por reflujo es una de las manifestaciones de un trastorno denominado “Enfermedad por Reflujo Gastro-Esofágico” (ERGE). En ella, ocurre un reflujo ácido desde el estómago hacia el esófago, lo suficientemente importante como para producir síntomas o lesiones en el esófago. En realidad, debemos tener en cuenta que el estómago es un órgano que produce un jugo muy ácido (ácido clorhídrico) para digerir el alimento. De forma natural pueden subir pequeñas cantidades de este ácido hacia el esófago, pero diferentes mecanismos lo “aclaran” rápidamente antes de que pueda dañar al esófago. Cuando esto falla, el ácido permanece demasiado tiempo en el esófago y produce una “quemadura” ó “esofagitis por reflujo”, acompañado ó no de síntomas.

El principal de ellos es la llamada “pirosis” que consiste en la sensación de acidez o ardor por detrás del esternón. Probablemente todos hemos tenido esta molesta sensación en alguna ocasión, sobre todo tras alguna transgresión dietética. Pero si este síntoma se presenta con demasiada frecuencia (más de una o dos veces por semana) debemos acudir a nuestro especialista de Digestivo.

 

Hernia de Hiato

En numerosas ocasiones los pacientes nos cuentan que le han diagnosticado o padecen de un Hernia de hiato. O tienen determinados síntomas que atribuyen a este diagnóstico. Sin embargo es muy frecuente el desconocimiento de que es realmente una hernia de hiato. Vamos a intentar explicarlo de la forma más sencilla posible. 

El esófago es un tubo, hueco muscular que conecta nuestra garganta con el estómago. Cruza el tórax –entre los pulmones y junto al corazón. Antes de llegar al abdomen para unirse al estómago, debe cruzar un musculo plano, el diafragma. Éste separa el tórax del abdomen y sube y baja rítmicamente con cada respiración para permitir que los pulmones se expandan. Lógicamente tiene un orificio por donde pasa el esófago: el hiato esofágico. 

Normalmente el estómago esta justo debajo del diafragma, pero en ocasiones el esófago es mas corto o la presión dentro del abdomen es mayor de lo normal (por ejemplo por obesidad abdominal) y en ese caso la parte superior del estómago –en la parte en la que se unen esófago y estómago, se ve empujada hacia “arriba” y una parte de ese estómago se cuela por el hiato y se mete en el tórax (en medicina se dice que el estómago se “hernia” en el tórax. Se hernia por el hiato esofágico). Esa parte del estómago que se encuentra en el tórax es la Hernia de Hiato.

Entre el esófago y el estómago siempre hay un anillo muscular de más presión, un esfínter (algo parecido al ano) llamado “cardias”. Ese esfínter es el que de forma natural evita que el contenido del estómago suba hacia el esófago. Cuando eso ocurre, cuando el líquido del estómago refluye hacia el esófago, hablamos del Reflujo Gastro-esofágico, que casi siempre es ácido (por el jugo gástrico) y produce el típico síntoma de ardor o quemazón por el centro del tórax, detrás del esternón. Este fenómeno es normalmente independiente de la presencia o no de una hernia de hiato, salvo en el caso de hernias de gran tamaño en los que la deformidad del estómago altera la función del esfínter cardial.

Por eso la presencia de una hernia de hiato de tamaño pequeño o mediano (las más frecuentes) no tienen por qué asociarse a ningún síntoma de reflujo. 

De hecho, e igualmente puede haber síntomas de reflujo gastroesofágico sin que exista hernia de hiato. 

De alguna forma y como resumen, la hernia de hiato es una simple cuestión anatómica y el reflujo es un problema de funcionamiento del esfínter cardial (independientemente de que se localice en su lugar habitual –el abdomen- o se localice en el tórax por haber una hernia de hiato).

 
 

Colitis ulcerosa

Incluida en el grupo de enfermedades denominadas “Enfermedad Inflamatoria Crónica Intestinal” (EICI), junto a la Enfermedad de Crohn y la Colitis Indiferenciada, la Colitis Ulcerosa (CU) es una enfermedad crónica, inflamatoria y de afectación exclusiva del intestino grueso (el colon, sigmoides y recto). De forma característica la enfermedad afecta de forma continua desde el ano y en una extensión variable. Es decir, puede afectar sólo al recto (entonces se denomina “rectitis ulcerosa”), al rectosigma (rectosigmoiditis ulcerosa), al colon desde el ano hasta la unión del colon descendente con el transverso (colitis izquierda) ó bien a todo el colon (pancolitis ulcerosa). Puede presentarse a cualquier edad si bien suele hacerlo en jóvenes entre 20 y 35 años. La zona de intestino afectada por la enfermedad presenta episodios (“brotes”) de aparición variable e imprevisible en los que se forman úlceras e inflamación. Esto provoca los típicos síntomas de diarrea, en ocasiones con sangre y moco, así como dolor abdominal variable y urgencia en la deposición. El diagnóstico se hace mediante colonoscopia y toma de biopsias. El tratamiento, mediante diversos fármacos, permite el control de la enfermedad, a veces durante años, en los que el pacientes está libre de síntomas. No tiene un claro carácter hereditario ni es contagiosa. Sólo en muy raras ocasiones es necesaria la cirugía que, cuando obliga a extirpar todo el colon, resulta curativa.

 

Divertículos de colon

Los divertículos del colon son un unas pequeñas “bolsitas” que se forman en la pared del colon como consecuencia de la debilidad de algunas de las capas que la forman. Al haber puntos más débiles, la mucosa –la capa más interna de la pared del colon- se hernia, es decir, se cuela por esa zona, formando un pequeño saco. Todo ello refleja la debilidad de la pared del colon, como consecuencia de dos factores básicos, el envejecimiento y, a veces, factores hereditarios. Por eso, este proceso, en el que hay numerosos divertículos y se llama enfermedad diverticular del colon, aparece generalmente en ancianos.

La enfermedad diverticular del colon no tiene necesariamente que dar síntomas y cuando los presenta, resulta difícil saber si se trata en realidad de un trastorno del tipo colon irritable. Entre las complicaciones posibles cabe destacar las dos mas graves: la hemorragia de un divertículo y la inflamación, denominada diverticulitis y que suele requerir ingreso en un hospital y tratamiento médico, siendo poco habitual la necesidad de cirugía, salvo que se repita

 

Colon irritable

De forma similar a la dispepsia funcional, los trastornos del intestino que no son originados por enfermedades orgánicas, entran en el grupo de los trastornos funcionales del intestino.

La forma más característica se denomina síndrome del intestino irritable. Aquí parece haber una alteración del colon en desarrollar su función de forma correcta, posiblemente para propulsar el contenido fecal, pero también quizás por una mayor sensibilidad del paciente para percibir los movimientos intestinales.

Todo ello tiene como consecuencia un ritmo intestinal irregular, que puede llevar a alternar periodos de diarrea con otros de estreñimiento, o bien a la presencia de dolor abdominal. Estos suelen variar con la defecación e incluso provocar urgencia en la deposición.

En ningún caso, la aparición de sangre es justificable por un síndrome de colon irritable, y debe llevarnos a acudir a nuestro médico para estudiar la causa de ese sangrado.

 

Pancreatitis

Se puede definir de forma sencilla como la inflamación del páncreas. Este órgano está localizado en la parte media del abdomen y situado muy profundo en el abdomen, casi en la espalda. Por este motivo ha estado poco accesible a su estudio hasta hace pocos años, tras la llegada de la ecografía abdominal y el TAC (Tomografía Axial asistida por Computadora, también llamado popularmente como “scanner”).
Pancreatitis

El páncreas tiene dos funciones principales: producir determinadas sustancias (“enzimas”) para facilitar la digestión de los alimentos, y además al ser una glándula endocrina, liberar a la sangre elementos como la insulina o el glucagón, que regulan los niveles de glucosa.
La inflamación del páncreas clásicamente se debe a dos causas fundamentales: el abuso de alcohol y la obstrucción en la salida de la glándula, casi siempre por un cálculo procedente de la vesícula y que se atasca justo en la salida, en un punto denominado papila de Water. La evolución de la inflamación se valora mediante la clínica, análisis de sangre y técnicas de imagen. Es muy variable, pudiendo ser un proceso grave y no exento de mortalidad en algunos casos. Su tratamiento es médico, fundamentalmente mediante el reposo de la glándula y analgésicos. Es muy importante vigilar las posibles complicaciones para actuar inmediatamente sobre ellas. En algunos casos graves se hace necesaria la cirugía. En la mayoría de las pancreatitis causadas por cálculos de la vesícula, está indicada la extirpación de esta última tras la curación.

 

Fisura anal

La fisura es una herida situada en el canal anal, pero que presenta unas características especiales por su localización. Se presenta habitualmente en forma de dolor anal agudo durante la maniobra de la defecación.

Es frecuente que se acompañe de un pequeño sangrado que, en ocasiones, se convierte en el único síntoma. Su aparición se ve favorecida por el estreñimiento aunque no es la causa ni el único factor desencadenante.

El mecanismo por que se desarrolla no está totalmente aclarado. Su tratamiento inicial debe ser médico mediante consejos higiénicos y dietéticos apoyado por tratamiento farmacológico. Esto incluye baños de asiento, laxantes, analgésicos y pomadas locales.

Sin embargo, en las fisuras crónicas –de larga evolución- no es infrecuente el fracaso de las medidas médicas por lo que hay que recurrir al tratamiento quirúrgico.

 

Cirrosis hepática

La cirrosis es la fase final de muchas de las enfermedades crónicas del hígado. En esta situación, y debido al daño persistente sobre el hígado, se forman pequeñas “cicatrices”, zonas inflamadas y daño permanente, junto a pequeños focos que intentan repararse, provocando un daño severo e irreversible del órgano y alterando severamente sus funciones.
Cirrosis hepática

Esta conjunción de lesiones, cicatrices y áreas en reparación, originan el aspecto abollonado de sus superficie, en contraste con la superficie lisa y brillante de un hígado sano. El hígado cumple, entre otras, una función de filtro, por lo que al estar obstruido, la sangre pasa con dificultad, provocando un aumento de presión en las venas que llegan a él (concretamente la vena porta). La consecuencia directa es llamada hipertensión portal.

De esta situación, derivan algunas de las más graves complicaciones de este trastorno: Las varices esofágicas y la ascitis. Sólo disponemos de un tratamiento específico para tratar la cirrosis: el trasplante de hígado. Sin embargo no es posible hacerlo en todos los pacientes. Como alternativa, tenemos medios de enlentecer algo la evolución, reducir al máximo sus consecuencias de este proceso y tratar sus complicaciones.

 

Úlcera gastroduodenal

La úlcera gástrica y/o duodenal, es la lesión típica de la “enfermedad ulcerosa” y que consiste en la presencia de esta lesión –la úlcera- localizada generalmente en la primera porción del duodeno o en el estómago. Una úlcera no es más que una herida, habitualmente de forma redondeada y de un tamaño próximo a los 5 ó 10 mm. Hay una destrucción de las capas mas superficiales del estómago. Esta herida produce habitualmente dolor en el área gástrica y que suele tener cierta relación con las comidas.
Úlcera gástrica

Si bien conocemos mucho de esta enfermedad, su causa no está del todo aclarada. La presencia de ácido gástrico parece jugar un importante papel y tambien dos factores muy importantes: una bacteria llamada “Helicobacter pylori” que coloniza el estómago parece ser básica como elemento productor. Hasta el punto que los actuales tratamientos se dirigen a la detección y eliminación de esta bacteria. El otro factor que origina muchas lesiones ulcerosas son los Anti-Inflamatorios (llamados No Esteroideos ó AINE). Esto incluye a la aspirina y sus derivados, así como a otros grupos de medicamentos de amplio uso por su efecto contra el dolor.

La lesión ulcerosa puede producir graves complicaciones. En raras ocasiones llega a ser tan profunda que afecta a todo el espesor de la pared (de estómago o duodeno) y se produce una perforación (es una grave complicación que requiere una intervención quirúrgica urgente). Algo más frecuente es que esta herida alcance un vaso y sangre, produciendo una hemorragia digestiva. En este caso es habitual que las heces se vean de color negro y tengan un olor desagradable característico. Si Ud. ve las heces de color negro, como el alquitrán, acuda urgentemente al un servicio de Urgencias o a su médico de Aparato Digestivo.